Almaviva + Pizza o el estilo Arancibia
¡Cuán notable puede resultar el maestro a veces!

En este post simplemente nos hace ver que también es humano y que su parte divina a veces se queda el Nirvana mientras él sucumbe a la común y corriente exposición del equivalente fálico automovilístico, tecnológico o etílico. ¡Qué bueno es el maestro ya que nos enseña que nuestra condición humana no es tan miserable como parece!
No contento con hacernos saber que se compra cámaras fotográficas caras y de demostrarnos, como un preadolescente con nueva play station, las virtudes de su largo zoom (volvemos a la superación de la carencia), que el antiparkinsoniano le funciona al enfocar sin temblor, que tiene un bólido blanco digno de raperos de Miami (véase el alerón), que se compró un nuevo Mac con tales o cuales virtudes; el maestro nos comenta que ha consumido nada menos que Almaviva, que sin ser el vino más caro de Chile es uno de aquellos que no cualquiera puede permitirse. Y a esto añade con un gusto digno de un Lord británico o de un sommelier bordelais que lo ha hecho con pizza. Ciertamente un nuevo paradigma de la degustación instaurado por el nuevo "Robert Parker" Arancibia del medio enológico, que saliéndose del camino de un entendido cualquiera opta por una apuesta propia de su condición de comprador que aunque falto de estilo, actúa con el corazón.
Imaginemos, simples pedestres, al maestro haciendo uso una vez más de su tarjeta de crédito para comprar en tres cuotas precio contado, un vino criado por el consorcio franco chileno y cuidadosamente mimado por los enólogos de Mouton Rothschild. Imaginemos esa eucaristía donde reparte con sus apóstoles bloggers este rojo brebaje sagrado, pero esta vez no hay cordero ni pan... esta vez hay pizza.

¡Qué lección para los soberbios sommeliers que recomiendan acompañamientos alambicados de la nouvelle cuisine! Es simplemente la esencia del maestro de saltarse las normas: es como un Rolls Royce tuneado por sus retoños con un CD colgando en el retrovisor, es un salto al kitsch y al pop de Warhol con su cámara en ristre transformado en un paparazzo que en vez de fotografiar artistas de vanguardia en New York o en París, fotografía la Posta Central y a Juan Carlos Rodríguez en Buenos Aires.
El maestro se acerca al vulgo con sus gustos para así rechazar la vanidad. Imagino ese vino servido en una copa, que de seguro era Riedel o Schott, conjugado con la elegante ofrenda de un repartidor en moto, que suda nervioso por no llegar tarde con la entrega al aquel Penthouse de Santiago Centro.
Con una estética cercana a Luis Dimas en taquilleitor, chaqueta de cuero, el auto blanco Scarface like, la cámara a la vista; imagino al maestro llegando a esa reunión de Arancibiadictos y deslumbrando al pueblo al sacar la botella de Almaviva que la mayoría del lugar jamás había visto y que tampoco serían capaces de diferenciar de un Tetrabrick en cata a ciegas.
Que enseñanza le ha dejado a los jóvenes de Chile: ¡Rechazad el maridaje clásico de mostos! ¡usad la imaginación y probad el Clos Apalta con Mc Donalds y coca cola! ¡Combinad un Domus Aurea con KFC...y Coca cola! ¡Y no olvidéis hacerlo con estilo, con ese segundo o tercer botón de la camisa desabrochado mostrando siempre la Montblanc!
¡Qué lujo finísimo! ¡Qué socialité blogger! ¡Qué Petronio sexagenario!
Maestro una vez me sorprendes, ya no creeré en Michel Rolland ni en el master sommelier Héctor Vergara y sus mentiras. Lo nuevo es el estilo elegante de Telepizza, Domino's y Pizza Hut unido a vinos premium.
Y maestro, no es necesario que me lo recuerdes ya aprendí con que terminar la cena. Nada de esos horribles habanos Partagás, Cohiba o Romeo y Julieta...la cosa es un Marlboro, ese que tú predicas fumar como parte de tu refinada sapiencia.